MEDIAR LA LECTURA EN VENEZUELA

 

                                                                   Ana Cristina Chávez Arrieta




   El acto de leer debe convertirse en una actividad placentera, en una mágica aventura desde los primeros años de formación y no en un castigo. ¿Pero cómo conciliarnos con la experiencia lectora? Indudablemente, el primer paso es propiciar el hecho lector en el círculo familiar, convertir los libros en parte del entorno hogareño, no como simples objetos decorativos, sino como miembros de la familia, unos con los que nos reímos, lloramos, viajamos, y también les consultamos acerca de nuestras dudas e inquietudes existenciales.

   En ese espacio de la familia y la escuela, pero también de la universidad y la comunidad en general, los adultos, docentes y promotores culturales deben convertirse en mediadores de lectura, interactuando con los libros y demostrándole a los niños, jóvenes y otros pares, que la lectura es una magnífica aliada para estimular la imaginación, la creatividad y el pensamiento crítico transformador. Debemos leer en familia, en el espacio de los comunes, convirtiendo ese acto que por lo general es individual, en un acto colectivo. Al respecto, Medina (2014) asegura:

pasar del acto solitario al acto solidario en la actividad de lectura supone un enriquecimiento de la experiencia al leer, puesto que lo subjetivo, lo individual, lo propio, lo diferente del otro, completa el saber de todos y cada uno de los participantes; y simultáneamente, la intersubjetividad, lo común, lo similar, adjudica una visión integral y cohesionada que complementa la mirada particular, la cuestiona o la refuerza (pp 38-39).

    En ese proceso de compartir la experiencia lectora, podemos conversar sobre lo que leemos, qué estamos entendiendo, qué sentimos mientras leemos, qué imágenes recreamos en nuestra mente producto de la lectura. Hay que hablar sobre libros y lo que significan para nosotros. Al fungir como mediadores, debemos entender que a través de la lectura podemos transformarnos, romper paradigmas, comprender la realidad y cambiarla, cuando nos damos cuenta de las incongruencias de la vida, las desigualdades e injusticias sociales, al hacer desde el conocimiento y la reflexión, una lectura crítica del mundo. En torno a esto, Prieto Figueroa (1981), nos recuerda:

Vivir, sin duda, es más importante que leer, pero leer ayuda a vivir en plenitud, contribuye a hacer la vida más hermosa, más amplia, más generosa. Leer es también una forma de vivir, cuando de las lecturas extraemos las ideas que auxilian nuestra acción y que, enriqueciendo nuestra experiencia, la hacen más eficaz y más valiosa. (pág. 57)

      En el mismo orden de ideas, Prieto Figueroa (1981) considera:

Ha de entenderse que la función de la escuela es más que una mecánica práctica de alfabetización. De nada vale enseñar a leer las palabras si no se enseña a penetrar el hondo significado de ellas, en su espíritu; si no se aprende a desentrañar el pensamiento contenido en los libros, comparando y comprobando. La escuela debe crear una aptitud para el pensamiento y la meditación, y si no lo hace no cumple su función trascendental, y los individuos seguirán tan analfabetos como antes: analfabetas intelectuales, fáciles presas para la mentira y el engaño… (pág. 79)

   De allí la importancia de convertir la escuela y la universidad en espacios de libertad, en escenarios de lectura placentera, crítica y voluntaria –nos apunta Rod Medina (2014)- sin cercenar la creatividad con prácticas antipedagógicas de metódica cerrada. Los docentes, como mediadores de lectura debemos promover textos acordes con los intereses y motivaciones de nuestros estudiantes, niños y jóvenes, sin negarles su potencial creativo y creador.

   Sobre esto, Ángel Madriz (2010), explica que las escuelas ejecutan las siguientes tres acciones que le restan encanto a la lectura: 1. Convertir la práctica lectora en herramienta exclusiva para la enseñanza de la ortografía, mejorar la dicción, corregir la redacción y ejercitar la memoria; 2. Obligar el análisis literario, exigiendo el acercamiento a los textos desde la determinación de los personajes, caracterización del ambiente, explicación del argumento, la fecha de nacimiento del autor o si es un poema, indicando el tipo de verso, disposición de la rima, la métrica o las figuras literarias que presenta; 3. Exigir la interpretación del texto apegándose a determinadas propuestas crítico-metodológicas, sin propiciar previamente el deseo de leer y la sed de conocimiento, hace que el lector se convierta en un ser mudo, pasivo  e indiferente.

  Lo antes descrito, en lugar de estimular el gusto por leer, ha fomentado el rechazo a la lectura por parte de nuestros niños y jóvenes, quienes al llegar a la edad adulta continúan reproduciendo esas actitudes negativas. Por eso es fundamental revisar cómo estamos enseñando a leer, qué tipos de textos promovemos, cómo leemos, con qué frecuencia, en dónde leemos, y cuáles políticas de gobierno contribuyen a la democratización del libro y la lectura. Varias respuestas a estas inquietudes se encuentran en un trabajo de investigación de mi autoría, titulado “Docentes que leen y transforman: la lectura en la escuela y en la universidad” y del cual he vertido ya algunos ideas en el presente documento.



 La lectura en Venezuela y las políticas de democratización del libro

   Una vez que hemos reflexionado acerca de cómo se ha visto la enseñanza de la lectura en el ámbito educativo nacional y cuál es el rol que deben cumplir los mediadores de lectura, continuemos este análisis preguntando: ¿Leen los venezolanos? Una duda que el Observatorio Venezolano del Libro y la Lectura aclaró en el año 2012, a través del “Estudio del comportamiento lector, acceso al libro y la lectura en Venezuela”, pero que años atrás, Prieto Figueroa (1981, pág. 55) despejó desde su perspectiva: “Los profesionales no leen, pero es porque de jóvenes, como dije antes, no se formó en ellos la pasión de la lectura, que es una hermosa y noble pasión sustentada por un hábito y por el refinamiento del espíritu”. Criterio similar compartió diez años después Antillano (1991):

 

En Venezuela nadie lee… El problema básico es instrumental: no se lee porque no hay deseo lector, pero en la base de ello se asume un elemento más grave: no se lee porque no se sabe leer… No hay comprensión lectora, la dificultad es mecánica, elemental. (pág. 23)

   La escritora zuliana añade a esa realidad del momento, una serie de elementos que alejaban a los libros de las personas, y que se resumen en los siguientes: 1. La errática metodología usada en la escuela para la enseñanza de la lengua, donde prevalece el estudio del aspecto gramatical y el uso de textos no acordes con los intereses y motivaciones de los potenciales lectores. 2. La poca efectividad de las políticas de distribución, promoción y venta de libros, tanto en manos de las editoriales privadas como de los órganos responsables del Estado en los ámbitos culturales y educativos. 3. Los altos costos del papel como materia prima y del trabajo de  impresión, y 4. La poca difusión e irrespeto a la producción de los escritores venezolanos.

   Transcurridos más de veinte años luego de los planteamientos de Prieto Figueroa y Antillano, el escenario nacional es otro. Con la elección de Hugo Chávez Frías como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, la política de gobierno en torno a la democratización del libro avanzó significativamente e impulsó el desarrollo de hábitos lectores en la población, gestión que continuó el mandatario Nicolás Maduro Moros, posicionando a la lectura como un auténtico hecho de revolución cultural.

   En el año 2003, el presidente Chávez lanzó la Misión Robinson, la cual, a través del programa de alfabetización “Yo sí puedo”, reivindicó a la población que durante décadas fue excluida del sistema escolar, fomentando su reconocimiento como sujetos históricos de cambio y exaltando la importancia de saber leer y escribir como acto de liberación intelectual y espiritual. Reflejo del éxito de tal iniciativa, el 28 de octubre de 2005, la UNESCO declaró a Venezuela territorio libre de analfabetismo; un reconocimiento internacional que celebró los avances del gobierno en materia educativa y cultural.

   Así, durante la gestión bolivariana, el Estado ha proyectado casas editoriales como El Perro y la Rana, Biblioteca Ayacucho, Instituto del Patrimonio Cultural, Centro Nacional de Historia, Monte Ávila y Archivo General de la Nación, para fortalecer la producción y reedición de textos. A esto se añade la creación de las Librerías del Sur, en todo el territorio nacional, y la Feria Internacional del Libro de Venezuela, con sus capítulos regionales, lo que año tras año suma actividades de promoción de la lectura, venta de libros y captación de potenciales lectores.

  Vinculado a esto, Fagundez (2015), entrevistó para la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) a Christian Valles, presidenta del Centro Nacional del Libro en ese  momento, quien informó:

 

El libro está ubicado dentro de la cotidianidad del venezolano, antes no era un elemento cotidiano ni simbólicamente ni fácticamente. Ahora, es algo de lo que la gente habla. 82% lee cualquier material de lectura, desde periódicos hasta libros, y 52,2% se autocalifica como lectora de libros y cada año se leen unos tres libros al año.


    De acuerdo a lo referido por Valles, aún el hábito de leer no representa la prioridad del venezolano, pero aclara que antes de 1998, la lectura implicaba un  beneficio para un reducido sector de la población, convirtiéndose casi en un hábito de la élite, mientras que "ahora se lee en todos los sectores, no en los niveles que quisiéramos ni el tipo de lectura o de literatura al que quisiéramos que se llegara, pero se está leyendo muchísimo", acotó la dirigente cultural.

    A esto se suma que en los últimos tiempos, con el auge de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, las plataformas digitales y los dispositivos electrónicos se presentan como  alternativa al libro impreso, fenómeno en incremento con la distribución gratuita por parte del Estado, de tabletas y minilaptos en escuelas y centros universitarios, democratizando entre los niños y jóvenes, el acceso a la información y la alfabetización tecnológica. ¿Pero entregando computadoras y propiciando el uso activo de las redes sociales el gobierno nacional realmente está contribuyendo a la formación de lectores críticos y responsables? La experiencia personal como docente universitaria me dice que no es así, pues falta trabajar con estrategias dirigidas a los usuarios-lectores, que humanicen la lectura y no solo que la instrumentalicen.

    Sobre esta realidad actual, Medina (2014) diferencia a dos tipos de lectores a partir de un criterio de temporalidad: el lector tradicional y el lector nuevo. Para el escritor caraqueño, el lector tradicional es aquél que lee libros, lo que le ha permitido consolidar sus competencias y apreciar la literatura, pues ha disfrutado de una cultura rica en experiencias lectoras, fundamentadas principalmente en la oralidad. El lector tradicional es un lector ávido de buenos textos, es más crítico, de gustos literarios más complejos y se adapta  eficientemente al uso de los nuevos formatos electrónicos de lectura.

    Por el contrario, el lector nuevo es más consumidor que lector, es aficionado a las redes sociales, a la información que circula en el ciberespacio y a establecer contacto virtual antes que personal. No es un lector crítico y se le dificulta distinguir contenidos y comprenderlos. No siente atracción por los libros, profundiza menos en sus experiencias lectoras, definidas generalmente, por la lectura escolar y la lectura de imágenes. Finalmente, su cultura oral es más restringida, proporcionada con mayor frecuencia por la televisión y el cine.

 


   Como se evidencia, Medina caracteriza a dos generaciones de lectores con diferencias extremadamente marcadas, que perfectamente pueden estar representadas por padres e hijos o docentes y estudiantes, por lo cual surgen algunas interrogantes: ¿Cómo conciliar esas diferencias? ¿Qué estrategias podemos implementar en los centros educativos y núcleos familiares para desarrollar el potencial de los nuevos lectores? Ya lo sugerí con anterioridad al mencionar la necesidad de humanizar el proceso de lectura, lo cual significa enfocarnos en el lector, sus expectativas, sueños, intereses y formas de aprender y no en los instrumentos y métodos de la lectura. Vinculado a esa idea, el investigador referido plantea:

 

Si se asume la lectura como objeto final, entonces la figura de la persona que lee se difumina, perdiéndose entre los porqués y paraqués de las iniciativas que pretenden formar nuevos lectores y lectoras. Toda política, pública o particular, que tenga como objetivo principal el estímulo de la lectura y la formación de los lectores, debe colocar como centro de sus acciones a la persona que lee… No los libros, no la lectura (pág. 22)

   Teniendo en cuenta los planteamientos expuestos, es preciso reconocer que hoy en día los venezolanos leemos más y mejor, gracias al esfuerzo del Estado, pero sigue siendo una tarea pendiente superar los escollos educativos que en materia de enseñanza de la lectura ha enfrentado la escuela desde hace diversas décadas, y que se repiten o incrementan en la universidad.

 

Leer en tiempos de pandemia

   Es importante destacar que en tiempos de globalización, la pandemia del Covid-19 alcanzó a nuestro país en marzo de 2020, obligando al gobierno nacional a implementar una serie de medidas sanitarias para frenar su propagación, entre ellas el confinamiento en los hogares y la reducción del contacto interpersonal. Al pasar más tiempo en sus casas, los venezolanos se aferraron a las nuevas tecnologías y a las redes sociales para recrearse, incrementando en muchos casos, su tiempo de lectura en soportes tecnológicos.

  


Adaptándose a esta nueva realidad, la Alcaldía del municipio Libertador y Fundarte, organi-zaron la onceava edición de la Feria Internacional del Libro de Caracas, del 23 al 28 de julio, apoyándose en las plataformas virtuales de youtube e instagram para la transmisión en directo o con videos pregrabados, de talleres, conferencias y presen-taciones de libros, así como para la exhibición de obras en catálogos digitales de libre descarga. Incluso en el marco de este evento, Librerías del Sur implementó en la capital del país, el servicio de entrega a domicilio, previa selección y pago digital.

   Partiendo de esta reciente experiencia y ante la inminente extensión de la cuarentena, junto con el auge de las redes sociales, las librerías, editoriales y autores, deben desarrollar nuevas estrategias de marketing del libro, que no se fundamenten solo en el texto físico impreso, sino también en la creación, diseño y distribución del libro digital, considerando las nuevas formas de interacción social, en las que autores y lectores se encuentran cada vez más cerca, estableciendo relaciones directas a través de las pantallas del ordenador o de los teléfonos celulares, pero también con la posibilidad de interactuar con los libros y las historias que cuentan.

   De esta manera, valiéndonos de los dispositivos tecnológicos y con la guía orientadora de mediadores de lectura que apliquen estrategias a tono con las nuevas tendencias, pero centradas en el lector como persona sentipensante, podemos seguir fomentando la lectura crítica y amorosa, que contribuya a la formación de seres creativos, innovadores y capaces de la acción-reflexión necesarias para transformar realidades.



Referencias bibliográficas

Antillano, L. (1991). “¡Ay! qué aburrido es leer. El hábito lector y el cuento de la infancia.”  Ars Gráfica S.A. Maracaibo, Venezuela.

Chávez, A. (2020, 01 de febrero). “Docentes que leen y transforman: la lectura en la escuela y en la universidad”. Documento en línea disponible en: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/335219

Fagundez, F. (2015, 21 de marzo). “En Venezuela el pueblo cada vez se hace más lector.” Agencia Venezolana de Noticias. Documento en línea disponible en http://www.radiomundial.com.ve/article/en-venezuela-el-pueblo-cada-vez-se-hace-m%C3%A1s-lector

Madriz, Á. (2010) “Literatura, lectura y enseñanza. Visión crítica. Propuesta emergente”. Segunda edición. Ediciones del Vice Rectorado Académico de la Universidad del Zulia. Venezuela.

Medina, R. (2014) “A leer se aprende leyendo. La mediación de la lectura en la formación de lectores críticos”. Centro Nacional del Libro (CENAL). Caracas, Venezuela.

Prieto Figueroa, L. (1981) “La magia de los libros”. Quinta edición. Monte Ávila Editores, C.A. Caracas, Venezuela.

 

           

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